《El aficionado [Español] [Completo]》5. En busca de evidencias
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Leo ingresó al restaurante y buscó las filmaciones. Primero, la cámara del patio. No recordaba con exactitud el horario, así que adelantó la filmación hasta la escena en que salieron al patio por el ruido de las bombas. La frenó y retrocedió medio minuto, para poder captar desde el inicio. Se puso los auriculares y apretó play. A los pocos segundos, pudo oír el ruido de la primera bomba. Unos segundos más tarde, se vio ingresar al sector abierto con sus compañeros mientras se oía la segunda bomba. Vio cuando dio las indicaciones, pero no pudo oír lo que decía ya que la cámara se encontraba a unos quince metros del baño. Le sorprendió ver que, al ingresar las chicas, Génesis no las acompaño. Observó como el payaso ingresó corriendo y se dirigió directo hacia la cámara para neutralizarla. Pausó la filmación antes de que bañe en aerosol la cámara y notó que Génesis era testigo, pero no reaccionó en lo más mínimo. Su expresión revelaba un gran susto y su cuerpo, estaba paralizado por el miedo. Retrocedió desde el momento en que ingresó y lo reprodujo despacio hasta el momento en que bañó de aerosol la cámara. Sacó 5 capturas.
Reprodujo la filmación de la otra cámara. Solo pudo apreciar tres segundos de acción; el tiempo en que llegó a la cámara y la dejó blanca. Por la manera en que se detuvo y en que dirigía su mirada, pudo notar una gran desesperación por el dinero. Estuvo a punto de agarrar la caja fuerte antes de dispararle a la cámara. Sacó solo una captura, correspondiente al instante en el que terminó de correr y dudó. Fue cuando lo pudo observar con una buena calidad de imagen.
Envió las imágenes a su celular mediante conexión USB y regresó a su casa. Las imprimió y observó a cada una con detalle. Pensó que la edad podía variar de 18 a 25 años. Recordó a su compañero, el que le lanzó aerosol en los ojos. Sintió que podía tener su edad. No había visto demasiado de las jóvenes que los esperaban, ya que las gorras protegían su identidad, pero sus cachetes no tenían rasgos algunos de vejez, por lo que sus edades rondarían en las mismas. Solo pudo sacar en limpio el número de patente de una de las motos.
Dejó las fotos en la mesa y fue a su habitación a dormir un rato. Dos horas después, salió de su habitación y bajó al comedor, en donde se encontraba su hermana mirando las fotos.
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—Es zurdo.
—Puede ser o puede que sea pura casualidad que agarró el aerosol con la mano izquierda.
—¿Otra pista?
—Nada.
—Hay 4 locales de cotillón. Fijate si alguno vende esa ropa.
—Si, es buena idea.
Percibió el aroma del perfume que tenía. La observó con lentitud. Por cómo se encontraba vestida y su sonrisa, se dio cuenta que se iba a encontrar con algún joven.
—¿A dónde vas?
—Al cine.
—¿Vas con las chicas?
—Si —le respondió al instante.
—No te creo.
—Me da igual.
Julieta vivía con mal humor y en ese momento, estaba demasiado contenta. Podía notar que, al mirarlo, por dentro reía.
—Nunca te vi tan contenta. ¿Con quién vas?
—No te importa —le dijo mientras se retiraba.
—Esperá. Tenemos un acuerdo —pensó que sabría quién era.
Se detuvo al colocar la llave en la cerradura. Lo miró directo a los ojos, y sonrió.
—A la mierda el acuerdo. Tuviste sexo con mi mejor amiga.
Leo se quedó callado y ella se fue.
A la mañana siguiente, visitó el cotillón de Mario, ubicado a cinco cuadras de su vivienda.
—¿Que pasa Leo? —le preguntó tras notar un malestar en su mirada.
—Nada bueno. Estoy buscando a los que me robaron.
—¡Que bajón! No sabía que te habían robado. No salió en las noticias.
—Sabés que no me gustan los puteríos y a mi familia tampoco.
Tras decir eso, una señora ingresó al local. La atendió la hermana de Mario quien era casi dos años menor que el, siendo dos meses y un día mayor que Leo.
—¿Tenés esta mercadería? —le mostró una de las evidencias.
La observó con gran detallismo y respondió.
—Si. El sombrero lo tengo, esa careta y los guantes también.
—¿Tenés el registro de las ventas?
—Si —le respondió y se dirigieron a la computadora. Se sentaron y buscaron.
—Me figura que vendí el miércoles de la semana pasada, cuatro caretas de payaso cómo la de la foto, cuatro sombreros plásticos y una caja de globos.
—Puede ser. El tema es que fueron 3 los payasos.
Se quedaron pensando un par de segundos.
—Es probable que compraron 4 para disimular —le dijo Mario.
—Si, me parece que son ellos.
—Me figura que pagaron en efectivo. Voy a buscar la filmación.
En la filmación se vio a un hombre de unos 30 años, con un físico muy distinto al payaso.
—No, nada que ver. El que me robo era más bajito.
La hermana de Mario había terminado de vender y saludó a Leo.
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—¿Que hacen?
—Estamos buscando a los que le robaron el restaurante a Leo.
—¡Huy, que feo! ¿Te pegaron? ¿Te amenazaron? —le dijo muy preocupada.
—Me llenaron de aerosol la cara. Igual, la que la pasó peor fue mi novia que termino internada.
La preocupación de la hermana de Mario se convirtió en malestar al enterarse que tenía novia. Habían sido novios por tres meses, cuando ambos tenían 16; ella lo dejó por una discusión sobre política. Al poco tiempo, quiso volver y él le dijo que no había vuelta atrás.
—¡Decimos como fue! —le pidió su amigo con gran intriga.
—Otro día les cuento.
—¿Qué saben? —preguntó la hermana.
—Sabemos que este hombre compró las máscaras y los sombreros, pero no se parece al que le robó.
La hermana los miró como si estuviese mirando a dos idiotas.
—Piensen un poco. Si yo tengo que robar y necesito ropa, yo no la voy a comprar.
—¿Quien la va a comprar, si no sos vos? —le preguntó su hermano con gran asombro.
—Si le pido a alguna amiga o algún conocido, llegado el caso que investiguen como Leo está haciendo ahora, me podrían delatar. Le pediría a una persona que no tenga nada que ver conmigo.
—Para lavarte las manos.
—Claro.
Ingresó una persona a la tienda.
—Yo me quedo, andá a atenderla —le dijo a su hermano.
Su hermano fue con rapidez mientras ella se sentó en su lugar.
Agarró el mouse y lo miró directo a los ojos. Fue una mirada penetrante proveniente de sus ojos verdes, cómo la de una serpiente cuando acorrala a su presa. Leo no pudo contener la mirada y corrió su vista hacia el costado.
—Ya no me interesa la política —le dijo tras unos segundos.
—Qué bueno. Ya era hora que te alejes de ese mundo.
—¿Quién es tu novia?
—¿Es enserio?
—Vos querés ver la filmación, yo quiero saber quién es tu novia.
—Es Génesis, la cocinera. Ahora dejame ver la filmación.
Volvió a mirarlo a los ojos. Leo desvió la mirada.
—Es de mala educación mirar hacia el costado cuando te hablan.
—No tengo tiempo para tus juegos. Reproducí la filmación y me voy.
—No —le dijo tras apagar el monitor de la PC.
Leo quedó desorientado.
—Si me ayudás, te ayudo.
—¿Que querés?
—Ahora mi casa esta vaciá, podemos ir y te digo que quiero.
—No la voy a cagar.
—¿Por qué no?
—La amo.
Lo sonrisa de Aylén se transformó en seriedad pura. Miró a su hermano, quien se encontraba a unos cinco metros atendiendo a una señora. Cerró su puño izquierdo y lo dejó caer. No le prestó atención.
—¿Que me dijiste?
—Que la amo —respondió sin entender.
El golpe fue muy veloz y potente. En él, descargó todo el odio al recordar cuando le pidió que volvieran y él le dijo: No hay vuelta atrás, nuestra relación no va a funcionar.
Sintió un dolor inmenso. Cerró los ojos y aguantó cómo un hombre.
—¿Ya estás contenta?
—Todavía no.
Mario había terminado de atender a la señora y se dirigió a donde estaban ellos.
—¿Que averiguaron?
—Ya lo tenemos. Ahora mismo vamos a llevar la evidencia para hacer la denuncia.
—Buenísimo. Ojalá tengás suerte y los lleven presos.
Aylén se levantó y le sonrió, para que le lleve la corriente. Salieron del local y le dijo en voz baja.
—Si querés que te envíe la filmación me vas a tener que hacer caso en todo lo que te diga ¿Está bien?
—Ya te dije que no.
—Está bien. No vas a ver la filmación.
—Ok —le dijo mientras se retiraba.
—Esperá. Me faltó mostrarte algo.
Se dio vuelta.
—Mirá a tu hermana —le dijo tras mostrarle una foto en la cual se la veía practicando un acto que la podría difamar.
—¡¿Quién es ese hijo de puta?!
—Es mi primo. Me contó que la pasó muy bien.
—¿Quién más vio la foto?
—Solo nosotros. Si yo quiero se enteran todos.
Leo quedó impactado. Si esa foto se volvía viral, pasaría gran vergüenza y también, necesitaba la filmación; pero su corazón no quería traicionar a Génesis.
—¡Hacé lo que quieras! —le dijo mientras se retiraba con gran enojo.
—¡Dale! ¡Suerte con la investigación!
Dos horas más tarde, se dirigió a la comisaria e hizo la denuncia. Dejó las fotos y buscaron el numero de la patente, la misma figuraba como inexistente. El detective Tasca quedó a cargo del caso.
Al salir, se dirigió al departamento de su novia.
—¿Te noto alterado, que pasa?
—Una chica me esta extorsionando.
—¿Cómo?
Leo le explicó todo lo ocurrido, pero esta vez, no exageró y fue sincero.
—Voy a tener que hablar con ella —dijo con una mirada inusual en ella, irradiando odio.
—No armés lio. El caso ya es policial, ya está.
—No, no está. Le hacen falta un par de piñas.
Leo la abrazó y le comió la boca con moderación.
—Tranquila, no es necesario. Con una nena buena me conformo.
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