《El aficionado [Español] [Completo]》4. Una amiga para toda la vida

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Ya habían pasado las 13 horas, cuando Julieta llamó a Selena. Ella no contestó. Miró su última conexión y era a la 1:30, el mismo horario en que le había enviado un mensaje que decía: No trabajo más.

«Debe estar muy mal por el robo y no quiere saber nada de nadie» —pensó.

—Cuando estés mejor, llamame amiga —le envió seguido de un Emoji con carita feliz.

La conocía desde los cinco años, de toda la vida. Esos comportamientos en ella, eran normales. Dos semanas antes, se le había caído un plato cuando los retiraba de una mesa familiar. Se sintió tan mal que, al terminar de limpiar el desastre, se dirigió al sector de reservas y lloró atormentada. Al ver que Leo fue a animarla, le pidió que por favor no la despidan, que necesitaba el trabajo. Leo la consoló con su sonrisa y su voz encantadora diciéndole: —No es nada grave, pasa en los mejores restaurantes, les pasa a las mejores mozas.

Decidió ir a visitarla. Vivía a unas 14 cuadras de su casa, razón por la que optó por el colectivo de línea. Nunca habían sido mejores amigas, pero siempre se llevaron muy bien.

El mensaje le había sorprendido. Llevaba unos tres meses viviendo sola, desde que había conseguido el trabajo. Se insultaba demasiado con sus padres y la posibilidad de independizarse, fue la razón por la cual decidió ser moza.

Al llegar, tocó el timbre. Esperó unos segundos y nadie lo contestó por el portero eléctrico. Volvió a tocar y tampoco recibió respuesta. Sacó su celular del bolsillo trasero de su Jean y buscó su contacto. Su última conexión era la misma. Se retiró por su costado izquierdo y se fue caminando, dirigiéndose hacia la parada de colectivo.

—¡Julieta! —escuchó que le gritaba su amiga cuando estaba por dar el noveno paso.

Miró hacia el edificio y la vio en la terraza del séptimo piso.

—¡Ya bajo! —le dijo y se retiró acelerada.

Julieta volvió al edificio y le abrió la puerta. Sonreía para ocultar la tristeza que reflejaban sus ojos.

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Julieta se sorprendió al ingresar. Todo se encontraba ordenado. Cada cosa en su lugar.

—¿Un café?

—Dale.

—Sentate, yo me encargo —le dijo tras ver que se dirigía a ayudarla—. ¿Viniste a preguntarme por qué renuncie?

Julieta no esperaba tan pronto esa pregunta. Fue demasiado directa y el tono, fue imperativo, demostrando frialdad. Quedó boquiabierta y no pudo responder.

—Decime la verdad —le pidió con amabilidad luego de que transcurrieran seis segundos de silencio.

—Si —la respondió luego un breve suspiro.

El silencio perduró un poco menos de medio minuto, cuando le preguntó si prefería azúcar o Stevia. Eligió la segunda opción. Tres minutos más tarde, llevó los dos cafés en una bandeja rectangular de porcelana muy bonita con un diseño floreado. Las tazas de café también eran de porcelana, pero no eran del mismo combo. Estas tenían un diseño abstracto, proveniente de diversos colores, que si se observaban con detalle se podían ver hermosos pájaros. El que tenía cantidades iguales de leche y café, era el de Julieta. El otro, que era más puro, de Selena.

—Vine para averiguar porque no querés seguir trabajando y también, para ayudar a una amiga que está mal.

—Gracias —le dijo y la abrazó con fuerzas.

Probaron el café. Julieta recordó que su primer café, también había sido con Selena. Fue muy similar ya que el café y la leche eran de las mismas marcas que una década antes, la diferencia estaba en el endulzante.

—Por lo que me contó mi hermano, pasaron un momento muy feo. La que peor la paso fue Génesis, que termino internada.

Al escuchar la palabra “Génesis”, comenzó a lagrimear y bebió con apuro un sorbo. Julieta entendió lo que sucedía.

—Tenía dudas si estaban saliendo. La desesperación de Leo y el beso que le dio, lo dijo todo. Me partió el corazón —le dijo lagrimeando.

—¿Por qué nunca me dio bola?

Julieta conocía esa respuesta. Envidiaba mucho a su hermanito ya que él conseguía lo que quería. Sentía que Leo era la estrella y ella la estrellada de la familia. Su dolor explotó al darse cuenta que sus amigas se sentían atraídas por él. Dejar de invitar a sus amigas, era una idea extremista. Se dio cuenta que necesitaba generar lo mismo que el generaba.

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Una tarde, Leo volvió a su casa con un amigo. Julieta anta esa situación, supo cómo jugar. Fue a su cuarto y pensó: «Esta es mi oportunidad» Se cambió la remera que tenía por una blusa estampada color cobre, con profundo escote en V. El pantalón suelto por una pollera cortita blanca, que deslumbraba sus piernas esbeltas. En ese instante, recordó cuando una de sus amigas, lo miró sin disimulo. La enloqueció y se pintó los labios de un rojo intenso. Salió de su cuarto e ingreso al de su hermano.

—Salí de acá —le gritó al verla tan provocativa.

—No, tengo que controlar que hacen los dos encerrados —dijo sonriendo, mirando al amigo de su hermano.

—Estamos jugando a la play, andate.

El amigo no podía creerlo. Estaba nervioso, con un poco de miedo y a la vez, excitado. Julieta no se iba y no dirigía su mirada a otro lugar que no fuesen los ojos del invitado. A los pocos segundos, Leo enloqueció.

—¡No molestes, andate! —le grito y se paró frente a ella.

—No —le respondió en voz baja mientras con su mano hábil acariciaba suavemente su muslo derecho.

Leo no pudo aguantarse y la empujó. Ella golpeó contra la pared y se lastimó los codos. Se enojó y se animó a empujarlo. Leo se encontraba mal parado y terminó cayendo al piso. Se levantó furioso.

—Me voy, pero cuida a tu amigo que está por explotar —le dijo sonriente.

Esa noche después de cenar, Leo ingresó al cuarto de su hermana.

—Me parece que le gusto a tu amigo.

—Si me jodes, te jodo. La diferencia está en que yo te puedo joder como ocho veces y vos solo 1 o 2 —dijo con calma absoluta.

Julieta se dio cuenta que tenía razón y que terminaría perdiendo. Acordaron que ella no podría estar con los amigos de Leo y el, con ninguna de sus amigas.

—¡Julieta! —le gritó Selena al verla desorientada.

—Disculpame, me quedé pensando en algo.

—¿Algo lindo?

—No, no importa. Sos hermosa y hay un montón de chicos lindos —le dijo mientras acariciaba su cara.

—No, como tu hermano no hay dos.

Julieta quedó en duda si Leo había cumplido su palabra y decidió averiguarlo.

—Te voy a decir la razón por la que nunca te dio bola, pero vos me tenés que decir si estuvo con alguna de las chichas.

—Está bien. Estuvo con Brenda.

—¿Mi mejor amiga? —quedó sorprendida.

—Si. Fue hace mucho, cómo tres años.

—¡Que hija de puta! ¿Por qué no me lo contaste? —le dijo enojada.

—Porque pensé que vos habías estado con el hermano de Brenda.

—Fue solo un beso.

—Ahora tenés que contar tu parte.

—Es horrible que todas mis amigas le tengan ganas a mi hermano. Una tarde fui a provocar a uno de sus amigos y se puso loco. El nunca pierde; así que llegamos al acuerdo de que no podía estar con mis amigas y yo no podía estar con sus amigos.

—¿Entonces, no cumplió su palabra?

—Parece que sí. El acuerdo fue hace dos años.

—Me pongo en tu lugar y debe ser feo.

—Gracias amiga —le dijo antes de abrazarla.

—Pensando en el acuerdo, tiene un amigo que me calienta.

—¿Alex?

—Si. ¿Cómo sabés?

—Le ponés corazoncito al 90% de las fotos que sube. Igual, Leo tiene novia.

—No te hagás problema, van a durar poco.

—¿Y si duran un par de años?

—No van a durar más de dos meses. Se va a aburrir y la va a dejar.

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