《El aficionado [Español] [Completo]》3. Los payasos
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Eran muy astutos. Su trabajo debía ser impecable, sin dejar rastro alguno. La Rubiecita podía ir a la pinturera que se encontraba a cinco cuadras de su vivienda y comprar los aerosoles; pero el plan se trataba de anonimato absoluto.
Suponiendo que el robo sería exitoso, las cámaras quedarían bañadas en aerosol. Era casi seguro que el dueño del restaurante y su gente, investigarían que tienda vendió los aerosoles y quien fue la persona que los compró. El rastro seria aun mayor, si los compraba un día antes o el mismo día; por más que opte por un montón de colores y en la misión utilicen uno solo. Iba a estar muy expuesta. Para colmo, su ciudad no tenía ni veinticinco mil habitantes y solo seis locales vendían aerosoles (3 pinturerías y 3 ferreterías) Pedirle a alguna amiga que realice la compra, también seria en vano. Si su amiga caía, ella también.
Eran las 10:17 y ya estaba muy alterada. Si no conseguía los aerosoles, la misión se descartaba. No podía comprarlo más tarde, ya que las ferreterías cerraban luego de las 13 horas. Llamó a La Baby, la encargada de la vestimenta. Se encontraba con la misma dificultad. Así que tomaron la decisión de ir a comprar lo necesario a una ciudad de unos doscientos mil habitantes, ubicada en otra provincia. Si iban todos sería llamativo, así que ellas recorrieron los 70 kilómetros. Fueron en la moto de La Rubiecita. La misma se encontraba con todos los papeles al día, razón por la cual, si la llegaban a revisar, no iban a poder detenerla. Para camuflar, La Baby usó una gorra plana color rosa (de las que estaban de moda) y La Rubiecita unos lentes de sol.
Primero fueron por los aerosoles. La Rubiecita entró a la pinturería mientras La Baby la esperaba en la butaca. A los tres minutos, volvió. Guardaron la bolsa con los aerosoles dentro de la gaveta. La Baby pudo ver mediante la transparencia de la bolsa, que había dos aerosoles blancos, dos negros y dos verdes.
Ahora le tocaba a ella. Entró a la tienda de cotillón y sacó un número. Tenía cinco números por delante para que la atiendan. Esto se convirtió en seis minutos de espera; buscó cinco caretas de payaso, cinco sombreros plásticos de payaso, cinco antifaces y dos aerosoles espuma de carnaval. Pagó en efectivo y salió del local. Se sorprendió al no ver a La Rubiecita.
«¿En dónde está? ¿Le habrá pasado algo? ¿Me dejó plantada?» pensó a la brevedad.
Lo cierto es que ella no era muy amiga de La Rubiecita. En varias ocasiones discutieron y llegaron a insultarse. Ese día se cumplían 7 semanas de haber hecho las paces, pero en ambas quedaba un poco de rencor. Rápido sacó su celular y la llamó. Se direccionó al buzón de voz. Se desesperó, hasta que, antes de los dos minutos, le llegó un mensaje que decía: —Estoy en la comisaria.
«¡La atraparon!»
Eran varios los trabajos por los que podían detenerla, pero ninguno había ocurrido en esa ciudad. Es más, era la segunda vez que la visitaban.
«¿Por qué está en la comisaria?» —pensó asustada.
Miró el reloj. Eran las 12:45. Ya tenían que pegar la vuelta. Respiró hondo y se tranquilizó.
«Voy a esperarla. Si está arrestada, la misión se descarta y listo» —llegó a la conclusión.
Fue por un alfajor, a un kiosco que estaba a media cuadra. Mientras comía el alfajor triple bañado con chocolate, recibió una llamada de La Rubiecita.
—¿Qué está pasando? —le preguntó asustaba.
—En unos minutos estoy. Todo está bien —su voz sonó calma, lo cual dejó tranquila a La Baby.
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Regresó casi a los 15 minutos en su moto, un poco molesta con la cara moreteada.
—¡Subí! —le gritó alterada.
—¿Qué te pasó? —le preguntó mientras subía.
—Me quisieron robar la moto.
—¿Cómo fue?
—Mientras te esperaba, me llamó mi novio. Cuando corto la llamada y guardo el celular, un caco me empuja de atrás y me tira de la moto. Justo había una policía de civil caminando enfrente y lo arrestó. Tuve que declarar en la comisaria. ¿Qué pensaste que había pasado?
—Nada. Como estábamos un poco peleadas, pensé que me habías abandonado —dijo con una leve sonrisa.
La Rubiecita frenó la moto. La Baby se asustó.
—¡Mirá si te voy a abandonar en otra ciudad! —le dijo gritando muy sorprendida—. Vamos a ir a la semifinal —dijo inspirando confianza.
—Si. Tenemos que apurarnos para comprar lo que falta.
—Ya tengo todo. En las grandes ciudades hay locales por todos lados —le respondió contenta.
Volvieron a su ciudad. A las 21 se encontraron todos en la casa de El Lokito. Prepararon tres Pizzas. Una de ellas, era mitad muzarella simple y mitad cantimpalo. La otra, era de muzarella con huevo rallado, y a la mitad le agregaron jamón crudo, ya que, a El Lokito, La Rubiecita y La Dibujante les gustaba. La última pizza, fue de queso azul con huevo rallado y rodajas de tomate. Las chicas bebieron vino tinto. La Baby lo bebió puro, mientras que La Dibujante lo rebajó con una gaseosa sabor pomelo, mezclando cantidades de 50/50. La Rubiecita con una gaseosa sabor cola, una mezcla más pura, 40/60. El Guapo y El Feli, bebieron una gaseosa sabor limón y El Lokito, bebió una gaseosa sabor naranja. No consumieron alcohol porque debían estar lúcidos. Se encontraban nerviosos; pero pensaban en la semifinal. Su equipo nunca había llegado a una semifinal. Estaba la posibilidad de que nunca más llegue a una instancia tan importante. Era todo o nada.
A las 22:30, terminaron de cenar. Los chicos, quienes se disfrazaron de payasos, se vistieron con remeras rojas y pantalones amarillos. Los guantes blancos, le daban elegancia a la vestimenta y mostraban el mensaje que el grupo quería. Las alpargatas, también eran de ese color. Se pintaron la cara con carbón por si acaso atrapaban a alguno y le sacaban la careta de payaso. El Feli y El Guapo se pusieron los sombreros plásticos. Sus vestimentas, habían sido compradas para este trabajo. Lo cierto es que, con la vestimenta, los aerosoles, la nafta y las bombas, se había invertido para esa misión $ 2970. Mucho dinero para arriesgar cuando no se está seguro del resultado.
Las chicas, se camuflaron solo con gorras planas y con ropa vieja que tirarían. Su trabajo era menos arriesgado. Colocaron las patentes falsas en cada una de sus motos y pilotearon un rato los dos drones que tenían.
—Tranquilidad absoluta —pidió El Lokito al subirse a la moto.
—¿Si algo sale mal? —preguntó su novia un poco miedosa.
—Somos menores y, además, estamos disfrazados. Si nos atrapan, no vamos a ir presos —respondió La Dibujante.
—No piensen en eso. Piensen que, en menos de una hora, vamos a volver con el dinero para la semifinal —dijo El Lokito.
—Si, vamos a volver con la plata —afirmó El Guapo muy entusiasmado.
—Todo va a salir bien —dijo La Baby, mirando a sus dos amigas.
A las 00:30 pasaron velozmente por la puerta del restaurante. Observaron cómo los últimos comensales (una familia numerosa) se levantaban de sus asientos. Los payasos y sus drivers, se escondieron en un callejón a ochenta metros de la puerta del restaurante.
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La Dibujante activó el dron y lo voló hacia un árbol, ubicado frente de la puerta principal del restaurante. Se encontraba muy bien camuflado en las hojas, razón por la cual nadie lo descubrió. Pudieron ver como la moza despedía a la familia y al apoyar la puerta, introdujo la llave y la giró rápido dos veces, dejando cerrada la puerta principal del restaurante. Se entristecieron.
—No puede ser —dijo El Lokito en voz baja.
—¡Ya está! —dijo La Dibujante tirando todo por la borda.
—No, no está. Va a estar cuando consigamos el dinero —La Baby no quería darse por vencida.
—No se desesperen, hay una segunda opción —dijo su novio Felipe dando esperanza.
—¿Cual? —preguntó El Guapo pensativo.
—Nos metemos por el patio e ingresamos por esa puerta —les dijo explicando con el dedo índice izquierdo su idea.
—El mismo plan, pero descartando el sector climatizado —su novia lo captó al instante.
—Lo mismo, pero más fácil —dijo La Rubiecita al entenderlo.
—Esperemos que caigan en la trampa. Si es así, vos te la jugás (señalando a El Feli), cámara principal y caja registradora, nosotros aguantamos —dijo El Lokito.
La Dibujante movió el dron en círculo, rodeando el restaurante. Había dos hombres (Leo y Richard) y tres mujeres (Génesis, Selena y María). Se encontraban hablando.
—Hay algo mal, falta la ayudante de la cocinera.
—No debe haber venido a trabajar —dijo El Guapo a su novia.
Observaron que se estaban saludando.
—Es ahora o nunca —dijo El Feli.
—Arrancá Baby —La Dibujante estaba ansiosa. Disfrutaba la adrenalina.
La Baby apretó el botón rojo.
—¡BUUM! —se escuchó la bomba proveniente del baño de caballeros.
Los mozos quedaron asustados.
—¿Qué pasó? —preguntó Richard
—¿Fue una bomba? —Selena no estaba equivocada.
—¿Habrá explotado alguna cañería en el baño? —María desconfiaba del plomero.
—¡Hay que ir a ver! —Ordenó Leo preocupado.
Cuando abrieron la puerta corrediza para dirigirse a los baños, La Rubiecita apretó el otro botón.
—¡BUUM! —se escuchó desde el baño de damas.
María empezó a llorar y Génesis quedó paralizada por el miedo. Los demás, reaccionaron bien ante las bombas.
—Vamos a hacer así, yo con Richard vamos a ver qué pasa en el baño de caballeros, ustedes vayan al baño de damas.
Sin decir nada, obedecieron.
Leo y Richard, ingresaron. Dos Segundos más tarde, ingresaron al baño de damas Selena y María.
—Las espero —les Dijo Génesis quien no se movió de su lugar.
Los payasos vieron dificultoso ese obstáculo.
—Yo la meto en el baño de damas —dijo sin miedo.
—¡Vamos!
Los payasos corrieron a toda velocidad hacia el patio y ejecutaron el plan. El Feli, quien corría primero, con el aerosol blanco neutralizó la cámara y se dirigió al sector climatizado por la caja registradora. El Lokito, corrió hacia el baño de caballeros, en donde la puerta se encontraba semi abierta y la cerró. El Guapo la empujó, logrando que ingrese al baño de mujeres donde la puerta estaba abierta casi en su totalidad. También se quedó trabando el picaporte para evitar que salgan.
Ella vio todo y quiso gritar, pero los nervios no la dejaron. Cuando El Guapo la empujó, se orinó encima.
La bomba había volado la rejilla y destruido gran parte de los mosaicos hasta llegar al suelo, a su costado derecho.
—¿Qué mierda pasó? —preguntó Leo desorientado.
—No sé, debe haber explotado alguna cañería.
Empezó a salir humo, producto de la bomba adormecedora que activó La Baby.
—Qué raro —dijo Leo mientras intentaba descubrir el problema.
El Lokito les cerró la puerta con tal delicadeza, que ellos quienes se encontraban de espalda, creyeron que fue el viento. Leo pensó en las chicas. Fue hasta la puerta e intentó abrirla como de costumbre, empujando para abajo el picaporte y trayendo la puerta para su lado.
—¡Hijo de puta! —gritó Leo, tras entender lo que ocurría.
—¡No lo aspirés! —le gritó a Richard mientras se tapaba la nariz con la remera.
—¡No aspiren el humo chicas! —el grito fue en vano, ya estaban dormidas.
La Baby, ante los nervios, había colocado muy cerca las dos bombas. Cuando explotó la bomba, también se activó la de humo. Las chicas también quedaron sorprendidas al ver tal destrozo alrededor de la rejilla y creyeron que el humo era producto de un problema en las cañerías.
Los mozos lograron abrir un tercio la puerta, tras unos segundos de forcejear. El Lokito agarró con su mano derecha el otro aerosol blanco, ubicado en su cinturón para correr.
—¡Vamos! —le gritó El Feli, quien pasó corriendo a su lado con la caja registradora.
El Lokito dejó el picaporte y salió corriendo con el aerosol en la mano. Leo lo corrió y no tuvo más remedio que apretar el botón mientras corría. Al recibir aerosol blanco en los ojos, dejó de correr y se limpió con la manga. Le ardían los ojos, pero su visión seguía siendo estable. El Lokito se subió a la moto de su novia, quien lo esperaba enfrente junto a sus amigos y se fueron. Los mozos pudieron ver como se retiraban a gran velocidad.
—¡Ya los voy a encontrar! —les gritó Leo mientras se escapaban.
Miró la patente de una de las motos y la memorizó. Lo que más lo sorprendió del robo, fue que las conductoras eran mujeres.
La misión no duró dos minutos, fueron tan solo 23 segundos (contando desde que los payasos ingresaran al restaurante, hasta que El Lokito se subió a la moto)
Se dirigían hacia la casa de El Lokito, cuando La Dibujante se dio cuenta de la gravedad.
—Esperen. Si los ven vestidos de payasos estamos quemados.
—No tenemos otra ropa —dijo El Guapo.
—¿Qué hacemos? Si nos ven entrar así somos boleta —El Feli se preocupó.
—Vamos a la plaza, a esta hora no hay nadie. Quemamos las máscaras, los sombreros, los guantes y listo —dijo La Rubiecita que simplificaba todo.
—No podemos quemar nada, levantaría sospechas —dijo El Guapo.
—Ya se —dijo La Dibujante a los pocos segundos—. Nos cambiamos las remeras con los chicos y guardamos las máscaras y demás en la mochila de La Baby.
—Es buena idea y nos ahorramos las pistas que dejan quemar o tirar la ropa —La Baby sonreía.
—Vamos a esa calle, que está la luz apagada— señaló El Feli.
Cuando se quitaron las máscaras, vieron sus caras carbonizadas.
—Yo tengo agua —dijo La Baby.
Los payasos suspiraron y en menos de un minuto se solucionó. Se cambiaron las remeras, guardaron los sombreros de payasos, los guantes blancos y la caja registradora dentro de la mochila. Volvieron a lo de El Lokito y nadie sospechó nada.
Una vez tranquilos, Feli abrió la caja registradora y contó el dinero.
15 billetes de 500. 16 billetes de 100. 12 billetes de 50, 8 billetes de 20 y 4 billetes de 10. En monedas había 8 pesos. $ 9908 totales.
—¿Por qué hay tan poco? —preguntó desilusionada La Dibujante.
—Tarjetas de crédito —respondió triste La Rubiecita.
—Por lo menos ganamos algo —dijo El Feli.
—Si, y fue divertido —dijo El Guapo expresando su gran carisma, dándole alegría a sus amigos.
—Si, lo que falta lo conseguimos. Tenemos tiempo —dijo El Lokito mientras caminaba hacia su pequeño y bonito estante ubicado en el sector de la cocina. Retiró la botella envuelta para regalos y le pidió a su novia que busque 6 copas.
Abrió el paquete y todos se sorprendieron al ver el color del estuche.
—Esa botella cuesta la mitad de lo que ganamos —protestó El Feli.
—La compré el año pasado a mitad de precio y hasta ahora, estuve esperando el momento adecuado para abrirla.
Destapó la botella.
—Estaba seguro que íbamos a coronar —dijo mientras servía. Levantó la copa y brindaron.
—Gracias —dijo antes de beber.
Luego de verlos escapar, entró de nuevo al baño y se lavó la cara con el jabón líquido y un chorrito de agua.
—¿Ves bien?
—Si.
Salió del baño y se acercaron Selena y Ana, trayendo a Génesis.
¡No se despierta! —avisó Selena lo evidente.
Por instinto, Leo y Richard quitaron las sillas de la mesa más cercana y le agregaron otra mesa. Las chicas al entender, la dejaron con cuidado.
—Yo me encargo —dijo el hijo del dueño.
Luego de palpar su cuello y descartar el peor escenario, oprimió su pecho con fuerza seis veces. Ella seguía dormida. La respiración boca a boca, tampoco ayudó. María llamó a urgencias. Tardaron ocho minutos en llegar. El pulso estaba muy bajo, pero los médicos dijeron que no era grave. La llevaron a su sanatorio de preferencia, en donde despertó a la media hora.
—Leo —pronunció con agudez y una sonrisa que derrochaba alegría.
—Me emociona que despertés.
—A mí me emociona que estés conmigo —le dijo antes de un beso.
—Tu ojo, está bastante irritado —le comentó con gran asombro, tras notar el enrojecimiento de su ojo derecho.
—Si. Uno de los payasos me tiró aerosol.
—¡Que hijo de puta!
—Ya está, ya pasó.
Leo la acompañó esa noche. Le dieron de alta a las 11 de la mañana. Al regresar, sus padres lo abrazaron desesperados.
—¿Estás bien hijo? —le preguntó su madre.
—Si, estoy bien. Todos estamos bien, a Génesis ya le dieron de alta.
—¿Va a seguir trabajando? —preguntó su padre.
—Creo que si ¿Por?
—Selena no quiere volver a trabajar.
Leo se lamentó.
—¿Richard?
—Sigue. No tiene ningún problema.
—Contá bien lo que paso —le pidió su madre.
En ese instante, Julieta salió de su cuarto y se dirigió a la cocina, en donde estaba el resto de la familia. Saludó a Leo y se sentó a su lado. Contó la historia a su estilo, exagerando todo.
—Voy a hablar con Selena, seguro es por la situación, en unos días va a estar bien —dijo su hermana.
—Tratá de convencerla —le pidió su madre.
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